El Preludio
El preludio era en su inicio una pieza instrumental que precedía a una obra más extensa o a un grupo de piezas. En su origen, los preludios consistían en las improvisaciones que realizaban los instrumentistas para comprobar la afinación de sus instrumentos y las que realizaban los organistas para establecer la altura y el modo de la música que iba a cantarse durante la liturgia.
Los preludios más antiguos que se conservan proceden del S.XV. A partir del S.XVII se compusieron preludios improvisados sin relación con ninguna obra. Pero es en el S.XVIII cuando el preludio se une a otra forma musical de gran importancia: la fuga. Surge así la forma Preludio y fuga, esencialmente alemana, y que alcanzó su punto cumbre principalmente en las obras para órgano de Bach, y en su monumental obra para clave El Clave bien temperado. El preludio, unido así a la fuga, podía servir de preparación a ésta, o simplemente ser una pieza totalmente contrastante.
En el clasicismo, el preludio perdió protagonismo, hasta que fue recuperado en el romanticismo por medio de obras como los 6 Preludios y Fugas op.35 de Mendelssohn, el Preludio y Fuga sobre BACH de Liszt y los 2 Preludios y Fugas para órgano de Brahms.
Pese a los ejemplos anteriormente citados, es en el romanticismo donde se fundamenta la forma de preludios independientes, principalmente para piano, y encuadrados en una colección de éstos. Famosos son los 24 Preludios op.28de Chopin. Ejemplos más modernos los obtenemos de compositores como Rachmaninov (op.3, 23 y 32) y Debussy (24 Preludios).